En mi ex trabajo, mi ex jefe, en lugar de decir "muchas gracias", decía "muchas lauchas", porque es una persona especial o porque es un papá, vaya una a saber. Así que como soy una mujer sin personalidad propia, se me pegó la costumbre de decir lo mismo.
Nada hacia presagiar que una expresión así se iba a volver tan desafortunada con el paso del tiempo.
Creíamos que había una laucha en la casa. Básicamente porque la vimos.
Un día, hace un par de semanas estábamos viendo tele, sentados en el sillón, y tres personas, incluyéndome, vimos de reojo una pequeña sombra negra que, perfectamente podría haber sido una bolsa o una pelusa arrastrada por el viento, desde el lado del sillón hacia la cocina. Podría haber sido eso, de no ser por la consistencia de su trayectoria, tan recta, tan poco de ventolera.
Ya, obvio que no era una laucha. ¿Por donde se iba a entrar?
Bueno, ocurre que le hicimos un hoyo a la puerta para entrar la manguera de la lavadora al lavaplatos, y a veces dejamos la manguera afuera y eso deja un hoyo, tamaño laucha completamente disponible, 24/7 en nada mas y nada menos que la cocina.
Cuando Rodrigo fue a mirar debajo del mueble donde se había escondido la posible pelusa/laucha ya no había nada.
Buscamos en el mueble de la comida y no habían hoyos, ni envases vulnerados, ni rastos de presencia roedora.
Nuestro último intento de investigación fue dejar el piso de la cocina lleno de harina para ver si habían huellas a la mañana siguiente, pero los resultados no fueron concluyentes.
Así que optamos por la respuesta que implicaba menos problemas para todos, es decir, asumir y creer, ciegamente, como la gente cree en el señor que no había ratón en la cocina.
Durante algunos días seguimos escuchando ruidos de golpeteo con metal, pero yo siempre le achaqué dichos ruidos a las palomas que están anidando en las canaletas, arriba, y que suelen hacer reuniones, juntas de vecinos, clases de zumba y yoga en silla. Son palomas muy activas.
Entonces ya el sábado, mi cuñada dice que encontró pruebas irrefutables que hay al menos una laucha viviendo en el horno, que fue a sacar un sartén del horno y encontró la característica caquita negra que parece semilla de
Mirabilis Jalapa. Pero como yo no tengo un coracón canuto, decidí creer que si había un ratón y no que estaba creciendo una planta en el horno.
Mas pruebas llegaron el sábado en la tarde, cuando nos encontrábamos viendo tele con mi cuñada y definitivamente escuchamos ruidos en el horno.
Así que yo me armé de valor, me mentalicé con que una laucha tendría mas miedo de mi que yo de ella, y con matamoscas en mano (porque el fin era asustar, no agredir) empecé a abrir y vaciar los muebles uno a uno, dejando el horno para el final.
Cuando finalmente abrí el horno y saqué todos los sartenes, me encontré con un montón de paños de cocina llenos de caquita y un paño de cocina en especial que había sido tironeado por unos espacios que tiene el horno hacia abajo. Cuando saqué el paño estaba todo roído.
Comenzamos a dudar de la inteligencia del roedor, que en lugar de sacarnos comida al parecer se había estado comiendo un paño de cocina. Tal vez le tincó porque el paño no tiene sellos, vaya a saber una...
Ingenuamente eché cloro por todo el horno, y dejé la puerta abierta, creyendo que con semejante muestra de hostilidad, la laucha dejaría de sentirse bienvenida y se iría. Mas tarde me enteraría que simplemente le limpié el baño, cosa que no he hecho ni con el mío. Claramente fue un mensaje confuso para la pobre.
En paralelo le mandé fotos del horno a Rodrigo, que estaba en el trabajo, y que decidió pelarse unos gatos de papel que estaban en la fábrica donde trabaja actualmente, la cual vive llena de ratones. Tranquilos, no es una fábrica de comida... para humanos.
Pero me bajó la curiosidad con el famoso gato de papel, que consiste en una cajita de cartón que contiene pegamento en su interior y que al parecer huele a algo que a los ratones les agrada, así que el ratón se mete ahí y queda pegado. Busqué cuánto duraba el pegamento o si se podía despegar de alguna forma y terminé en un blog de una persona que había intentado rescatar ratones de esas trampas, que no se despegaban con nada, que poco menos que tuvo que hacer un trabajo de depilación con los pobres. Junto a eso, vi varias imágenes de ratones pegados y pensé "jell nou!",
Mientras tanto me dediqué a lavar sartenes con cloro, para después recordar que la rejilla del horno también estuvo en contacto con la laucha. Sospeché que había ocupado los fierros para bailar el caño, así que también le eché mucho cloro.
El domingo seguíamos sin hacer nada respecto al ratón, mientras almorzábamos y escuchabamos cada vez ruidos mas fuertes dentro del horno, porque claro, ahora no había paños de cocina.
Los ruidos llegaron a tal volumen, que yo llegué a pensar que la laucha estaba llamando a sus otros amigos ratones para hacer una minga y que estaban poniendole troncos al horno para llevarselo de la cocina.
Finalmente decidimos que correríamos los muebles, le daríamos el susto de su vida al animal y saldría a refugiarse en algún otro lugar, en una actitud tan propia de nuestra nación, que la weá sea problema de otro.
Cuando Rodrigo corrió el horno apareció la laucha, que debe haber medido unos 20 centímetros de largo sin incluir la cola, mas grande de lo que yo creí haber visto de reojo en su momento, mas chica de lo que esperaba Rodrigo que está acostumbrado a ver guarenes en donde trabaja.
Pero la weona obviamente no fue hacia la puerta de salida, sino que se escondió debajo de un mueble que estaba mas hacia dentro. Con el matamoscas Rodrigo se puso a espantarla de ahí, para que corriera hacia la puerta, pero volvió a esconderse dentro del horno, que estuvo ahí todo el tiempo esperándola.
Así que sacamos el horno al patio, para espantarla de ahí y corriera hacia la calle, pero resultó que en algún momento de movilidad del horno, la loca escapó hacia debajo del lavaplatos, que tocó la suerte que tenía una tabla caía que permitió su ingreso.
-Ahí está la maraca- dijo Rodrigo, ya choreado alumbrando al pobre animal debajo del lavaplatos. Ya habían pasado 2 horas. O tal menos, pero se sentía como mas.
Cuando conseguimos que saliera de debajo del lavaplatos, yo me escondí cobardemente detrás de Rodrigo quien al parecer también se espantó porque la laucha se puso a saltar en su desesperación por no estar al tanto de que había una puerta gigante abierta detrás de ella.
Corrió hacia el patio y se escondió debajo de unos cachureos que le fueron tremendamente convenientes. Mientras yo decía que obvio que la laucha se quedaría ahí hasta la noche donde podría huir a otro lugar la loca decidió que era buen momento para volver a salir corriendo, justo en dirección al horno que estaba el patio.
-Nooooo el hornoooo!
Rodrigo corrió detrás de ella, quien afortunadamente pasó de largo el horno y siguió hacia el patio delantero donde le perdimos el rastro.
Sospechamos que terminó donde los vecinos.
Cuando Rodrigo corrió el horno notó que habían restos de comida, que seguramente se nos ha caído cuando cocinamos.
-Por eso no sacó comida de los muebles, porque se estaba comiendo las sobras- dedujo nuestro joven protagonista-. Pobrecita.
El mejor lado de todo esto, es que la pobre laucha no alcanzó a dejar crías, porque con crias de ratón si que no habríamos sabido qué hacer, y a pesar de que me daba miedo, le deseo lo mejor al pobre animal.