martes, 18 de febrero de 2020

Superioridad moral

Lo bueno de haber sido operada dos veces de pulmón, en un hospital público, creyendo durante una semana que tenía cáncer terminal, para luego creer que a lo mejor era un cáncer mas suave hasta estar casi segura de que al parece no era cáncer hasta tratarme lo que sea que haya tenido sin tener una respuesta real, es que tengo mucha experiencia en el mundo de la salud que le puedo restregar en la cara a cualquier que me venga a decir "es que no quiero tomar tantas pastillas", "es que tengo que ir al médico", "es que estoy chata de haber ido al médico dos veces en la vida". Los puedo mandar a todos a la chucha, y tirarles toda la artillería de la vida sufrida que tuve durante dos años.
Esto durará hasta que llegue alguien con cáncer a mi vida, cosa que espero que no ocurra, porque el cáncer obviamente es mas trágico y terrible y atemorizante.

Chúpalo Karol Dance

Hay una película llamada Ex-Machina, que si no la he visto deje de leer porque esta entrada contiene spoilers, pero sino le molestas los spoiler allá usted.
La película es de ciencia ficción, y trata de un programador que visita a un hombre que hizo un robot y quiere que al robot se le haga un Test de Turing, que por lo que recuerdo de la película, consiste en evaluar que tan humana es la máquina en cuestión.
Y bueno, el spoiler es que en una parte de la película, el tipo se entera que la empleada que los atendió toda la estadía, es también un robot, ya que se saca un pedazo de "piel" y se puede ver la misma rejilla que tiene la mujer-robot "protagonista". Esto, lleva al programador a ponerse frente a un espejo y herirse la cara, para comprobar que él mismo no es un robot.
Karol Dance sacó un libro, hace como un par de meses, no sé exactamente cuando. Él es el tipo de personas sobre las que me enorgullezco de no saber nada, como Yingo, como Arenita, como muchas cosas que aprendí en estos días y que por contraste, no me enorgullecen.
No leí el libro, porque no me da la paciencia y mi tiempo es valioso. Si lo voy a desperdiciar será jugando Los Sims y no leyéndo a Karol Dance. Pero hay un Podcast en spotify, llamada "El club de lectura de las Amikas", quienes hacen reseñas de libros. Había resumen de Jane Eyre, de Charlotte Bronte, de Mujercitas de Luisa May Alcott... y yo elegí el podcast del libro de Karol Dance.
Me enteré de muchas cosas, como de que existía Yingo, que no sé que hacían realmente, pero que gozaba de la presencia de muchos jóvenes.
Karol Dance es un personaje, eso no tiene discusión. Y el libro es claramente una mierda inleíble, aunque las chicas del podcast fueron bastante amables para mi gusto con el sujeto, y el libro mismo. Karol Dance es un hombre que de verdad se compra y vende el cuento de la meritocracia, como quien vende y usa Herbalife... o cocaína.
Ese hecho puntual me basta, pero el libro además está lleno de anécdotas que te hacen decir "me estas hueveando".
Y es entonces cuando llega Ex-Machina a mi mente, porque cuando aparece un individuo que tiene claramente una línea de pensamiento general, tan opuesta a la mía, tan diametralmente contraria, no puedo evitar pensar que tal vez soy yo la que está equivocada y me pongo en modo "me cortaré la cara para saber que no soy un robot". ¿Seré yo, señor?
Luego me pongo a pensar que el facho promedio está demasiado convencido de tener la razón y que ni siquiera se hace tal cuestionamiento, y entonces llego a la conclusión de que soy mejor que ellos por el simple hecho de cuestionarme.
Por supuesto que tengo razón, porque soy mejor que los demás. 

Peor es mascar lauchas

En mi ex trabajo, mi ex jefe, en lugar de decir "muchas gracias", decía "muchas lauchas", porque es una persona especial o porque es un papá, vaya una a saber. Así que como soy una mujer sin personalidad propia, se me pegó la costumbre de decir lo mismo.
Nada hacia presagiar que una expresión así se iba a volver tan desafortunada con el paso del tiempo.
Creíamos que había una laucha en la casa. Básicamente porque la vimos.
Un día, hace un par de semanas estábamos viendo tele, sentados en el sillón, y tres personas, incluyéndome, vimos de reojo una pequeña sombra negra que, perfectamente podría haber sido una bolsa o una pelusa arrastrada por el viento, desde el lado del sillón hacia la cocina. Podría haber sido eso, de no ser por la consistencia de su trayectoria, tan recta, tan poco de ventolera.
Ya, obvio que no era una laucha. ¿Por donde se iba a entrar?
Bueno, ocurre que le hicimos un hoyo a la puerta para entrar la manguera de la lavadora al lavaplatos, y a veces dejamos la manguera afuera y eso deja un hoyo, tamaño laucha completamente disponible, 24/7 en nada mas y nada menos que la cocina.
Cuando Rodrigo fue a mirar debajo del mueble donde se había escondido la posible pelusa/laucha ya no había nada.
Buscamos en el mueble de la comida y no habían hoyos, ni envases vulnerados, ni rastos de presencia roedora.
Nuestro último intento de investigación fue dejar el piso de la cocina lleno de harina para ver si habían huellas a la mañana siguiente, pero los resultados no fueron concluyentes.
Así que optamos por la respuesta que implicaba menos problemas para todos, es decir, asumir y creer, ciegamente, como la gente cree en el señor que no había ratón en la cocina.
Durante algunos días seguimos escuchando ruidos de golpeteo con metal, pero yo siempre le achaqué dichos ruidos a las palomas que están anidando en las canaletas, arriba, y que suelen hacer reuniones, juntas de vecinos, clases de zumba y yoga en silla. Son palomas muy activas.
Entonces ya el sábado, mi cuñada dice que encontró pruebas irrefutables que hay al menos una laucha viviendo en el horno, que fue a sacar un sartén del horno y encontró la característica caquita negra que parece semilla de Mirabilis Jalapa. Pero como yo no tengo un coracón canuto, decidí creer que si había un ratón y no que estaba creciendo una planta en el horno.
Mas pruebas llegaron el sábado en la tarde, cuando nos encontrábamos viendo tele con mi cuñada y definitivamente escuchamos ruidos en el horno.
Así que yo me armé de valor, me mentalicé con que una laucha tendría mas miedo de mi que yo de ella, y con matamoscas en mano (porque el fin era asustar, no agredir) empecé a abrir y vaciar los muebles uno a uno, dejando el horno para el final.
Cuando finalmente abrí el horno y saqué todos los sartenes, me encontré con un montón de paños de cocina llenos de caquita y un paño de cocina en especial que había sido tironeado por unos espacios que tiene el horno hacia abajo. Cuando saqué el paño estaba todo roído.
Comenzamos a dudar de la inteligencia del roedor, que en lugar de sacarnos comida al parecer se había estado comiendo un paño de cocina. Tal vez le tincó porque el paño no tiene sellos, vaya a saber una...
Ingenuamente eché cloro por todo el horno, y dejé la puerta abierta, creyendo que con semejante muestra de hostilidad, la laucha dejaría de sentirse bienvenida y se iría. Mas tarde me enteraría que simplemente le limpié el baño, cosa que no he hecho ni con el mío. Claramente fue un mensaje confuso para la pobre.
En paralelo le mandé fotos del horno a Rodrigo, que estaba en el trabajo, y que decidió pelarse unos gatos de papel que estaban en la fábrica donde trabaja actualmente, la cual vive llena de ratones. Tranquilos, no es una fábrica de comida... para humanos.
Pero me bajó la curiosidad con el famoso gato de papel, que consiste en una cajita de cartón que contiene pegamento en su interior y que al parecer huele a algo que a los ratones les agrada, así que el ratón se mete ahí y queda pegado. Busqué cuánto duraba el pegamento o si se podía despegar de alguna forma y terminé en un blog de una persona que había intentado rescatar ratones de esas trampas, que no se despegaban con nada, que poco menos que tuvo que hacer un trabajo de depilación con los pobres. Junto a eso, vi varias imágenes de ratones pegados y pensé "jell nou!",
Mientras tanto me dediqué a lavar sartenes con cloro, para después recordar que la rejilla del horno también estuvo en contacto con la laucha. Sospeché que había ocupado los fierros para bailar el caño, así que también le eché mucho cloro.
El domingo seguíamos sin hacer nada respecto al ratón, mientras almorzábamos y escuchabamos cada vez ruidos mas fuertes dentro del horno, porque claro, ahora no había paños de cocina.
Los ruidos llegaron a tal volumen, que yo llegué a pensar que la laucha estaba llamando a sus otros amigos ratones para hacer una minga y que estaban poniendole troncos al horno para llevarselo de la cocina.
Finalmente decidimos que correríamos los muebles, le daríamos el susto de su vida al animal y saldría a refugiarse en algún otro lugar, en una actitud tan propia de nuestra nación, que la weá sea problema de otro.
Cuando Rodrigo corrió el horno apareció la laucha, que debe haber medido unos 20 centímetros de largo sin incluir la cola, mas grande de lo que yo creí haber visto de reojo en su momento, mas chica de lo que esperaba Rodrigo que está acostumbrado a ver guarenes en donde trabaja.
Pero la weona obviamente no fue hacia la puerta de salida, sino que se escondió debajo de un mueble que estaba mas hacia dentro. Con el matamoscas Rodrigo se puso a espantarla de ahí, para que corriera hacia la puerta, pero volvió a esconderse dentro del horno, que estuvo ahí todo el tiempo esperándola.
Así que sacamos el horno al patio, para espantarla de ahí y corriera hacia la calle, pero resultó que en algún momento de movilidad del horno, la loca escapó hacia debajo del lavaplatos, que tocó la suerte que tenía una tabla caía que permitió su ingreso.
-Ahí está la maraca- dijo Rodrigo, ya choreado alumbrando al pobre animal debajo del lavaplatos. Ya habían pasado 2 horas. O tal menos, pero se sentía como mas.
Cuando conseguimos que saliera de debajo del lavaplatos, yo me escondí cobardemente detrás de Rodrigo quien al parecer también se espantó porque la laucha se puso a saltar en su desesperación por no estar al tanto de que había una puerta gigante abierta detrás de ella.
Corrió hacia el patio y se escondió debajo de unos cachureos que le fueron tremendamente convenientes. Mientras yo decía que obvio que la laucha se quedaría ahí hasta la noche donde podría huir a otro lugar la loca decidió que era buen momento para volver a salir corriendo, justo en dirección al horno que estaba el patio.
-Nooooo el hornoooo!
Rodrigo corrió detrás de ella, quien afortunadamente pasó de largo el horno y siguió hacia el patio delantero donde le perdimos el rastro.
Sospechamos que terminó donde los vecinos.
Cuando Rodrigo corrió el horno notó que habían restos de comida, que seguramente se nos ha caído cuando cocinamos.
-Por eso no sacó comida de los muebles, porque se estaba comiendo las sobras- dedujo nuestro joven protagonista-. Pobrecita.
El mejor lado de todo esto, es que la pobre laucha no alcanzó a dejar crías, porque con crias de ratón si que no habríamos sabido qué hacer, y a pesar de que me daba miedo, le deseo lo mejor al pobre animal.

viernes, 7 de febrero de 2020

Problemas sin solución

Yo y el café tenemos un problema. Un problema mas allá de lo estereotipo de ser adicto al café y del drama conceptual de ser el tipo de persona que lee tomando café.
Hoy me tomé una taza al desayuno, luego me dió por tomar otra a eso de las 12 y después de almuerzo quería café otra vez.
Así que busqué cuánto era lo máximo de café recomendable al día y bueno, son 3 tazas... o creo que 4, ya lo olvidé.
El tema es que no tomaré café a la once.
¿Qué habíamos dicho de las cosas irrelevantes y de la soberbia de contar la propia vida? Que es bullshit, este blog se llama diario de vida con filtro y por lo tanto no tiene mas pretensiones.
Hablando de pretensiones, aunque no tiene nada que ver, tengo también todo un problema mecánico/logístico con el tema de escribir. Me explico. No me gusta escribir en el notebook, porque no visualizo bien las cosas que he escrito, y puedo estar horas teclando y siento que no escribí nada.
Por otro lado, escribir en papel tiene problemas mas mecánicos que filosóficos, como es el simple hecho de que me duele la mano y de que me da miedo la tendinitis porque es algo que le puede dar a la gente.
Mas psicoseada quedé luego de operarme, cuando perdí como el 70% de movilidad en el brazo izquierdo temporalmente y durante todo ese tiempo le di como caja a mi pobre, pobre, pobre mano derecha.
Entonces... el café.
Mi problema real con el café comenzó cuando me acostumbré a tomarlo sin azúcar, porque antes de eso simplemente tomaba café de vez en cuando porque le estaba huyendo al azúcar. Pero entonces me pasaba que la desconsiderada gente que vive conmigo se ponía a tomar café al desayuno y me llegaba el olor y mientras yo me tomaba ese insípido te verde.
"Se acabó", dije un día "me acostumbraré al café sin azúcar porque también quiero tomar café!" y dicho eso salí de la fila del banco ante la mirada extrañada de los otros clientes.
Y bueno, ahora resulta que quiero café.

jueves, 6 de febrero de 2020

Del arte y de mi santa madre

Estas últimas dos semanas me ha invadido una especie de ataque de humildad que me ha hecho ver el escribir entradas como un acto de soberbia, considerando que no he hecho cosas relevantes para el mundo y que en realidad es es por contar cosas, pues no he hecho nada que el resto no haga.
Pero si nos vamos a poner así, es decir, si nos vamos a tomar en serio semejante cosa, pues mejor pegarse un tiro de una buena vez.
Pero no tengo pistola...
Nah, esas son cosas del pasado, o al menos lo seguirán siendo hasta que me vuelvan a cambiar la dosis del corticoide y tenga que enfrentarme nuevamente al deseo suicida de 48 horas. I can't wait.
El otro día, una amiga me decía "deberíamos escribir cosas, todos los días, para fomentarnos la creatividad y así eventualmente poder hacer una novela".
Yo le dije que vengo haciendo esa huevada desde el 12 años y que estoy tratando de armar una novela desde los 15. Bitch, please.
En un día diferente, caí en la cuenta de que desde hace cierta cantidad de tiempo, yo estaba en un situación de mirar a huevo el arte como herramienta de lucha para cambiar las cosas en el mundo y la cacha de la espada.
Pero claro, una se pone a pensar en por ejemplo, algo tan reciente como la intervención de Las Tesis, y con eso debería bastar para recordar y tener presente que si po, que algo que se puede considerar una simple intervención artística puede calar hondo en la sociedad.
Atribuyo mi pérdida de fe temporal en el arte a la modalidad del meme y la viralidad de cualquier cosa que aparece en internet, porque por lo general los memes o los videos virales de niños cayéndose, son cosas sin finalidad y aunque se ocupen para algo mas adelante, se sienten tremendamente instrascendentes.
Entonces me acuerdo de que yo dejé de ser facha leyendo La Casa de los espíritus a los 17 años.
Bueno, no dejé de ser facha inmediatamente, pero empezó a desaparecer ese concepto absurdo y poco empático de "no eran nah blancas palomas", cuando hablamos de detenidos desaparecidos en la dictadura. Yo, que crecí en una familia facha, donde cada vez que aparecía algún familiar de detenidos desaparecidos o alguien de izquierda en general, mis papás cambiaban la tele, o le echaban chuchás a la persona que apareciera... Mis papás, que se entretuvieron tanto cuando Gladys Marín fue víctima del guanaco.... Así me criaron.
Pero esas cosas a una se le olvidad, porque es mas fácil para una hacerse creer que siempre se fue progre, vegana y feminista. Pero no, alguna vez fui facha y machista...
Y bueno, me puse a pensar en todas esas cosas como el arte y el impacto en la sociedad porque mi mamá hace un par de días se puso a ver dos películas en Netflix.
La primera fue "La noche de 12 años", que es una película basada en los 12 años que estuvo preso Pepe Mujica, Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernandez Huidobro.
En el principio de la película, podemos ver como los guardias de la cárcel le ponen una capucha a uno de los presos y le echan agua encima para que se ahoge. Luego, le ponen cosas en las ventanas para que no entre la luz.
Y ya con eso, mi mamá la facha, la "no estaban nah rezando el rosario", la "los comunistas también mataron gente", se puso a maldecir a los guardias/milicos. Al principio me aguanté las ganas de decirle "mamá, acá le hacían lo mismo a la gente, y cosas peores".
En un momento, por razones que no recuerdo, mi mamá se aburrió un poco de la película y decidió poner otra: Sulla mia pelle, que narra los últimos días de un joven italiano llamado Stefano Cucchi. Spoiler? How cares?
La película narra un caso de brutalidad policial que se hizo famoso en italia, básicamente porque unos pacos tomaron preso al protagonista de la historia y le sacaron la cresta.
Cuando vi a mi madre espantada porque los pacos italianos le habían sacado la cresta a "este pobre cabro" al que encontraron con hachís y cocaína en posesión, yo ya no me aguanté la odiosidad y le dije que ese chiquillo no eran nah una blanca paloma y que en algo andaba para que los carabineros le pegaran.
Me dijo que no, que no andaba con droga, que lo estaban inculpando.
No es cierto, si andaba con droga, pero lo importante es que mi madre terminó incorporando, en parte, el mensaje de que los pacos no pueden andar agrediando a la gente porque se les para la raja.
Es una película que logra hacerte empatizar con el protagonista, y que de alguna forma le hace justicia. Yo no necesité ver toda la película para indignarme, mi mamá la vió hasta el final y pensé que tal vez ella no deba ver cosas que traten sobre la pérdida de un hijo.
El lado bueno es que le tocó una fibra, le ayudó a ver las cosas con otra perspectiva y a romper un poco el molde de sus propios prejuicios. Porque lo de ella no es falta de empatía, es solo un mal enfoque.
¿Por qué sé que hizo un efecto en ella la película? Porque al día siguiente, estábamos viendo las noticias y mostraron imágenes de un hombre que iba apresado por los pacos, acá en chile, acusado de homicidio, y mi mamá comenta "bueno, al parecer no le han pegado, porque al menos no lleva moretones, menos mal". Así es, ahora es una mujer que quiere que no le peguen a los presos, por mucha carencia de blancura palomicidad tengan.
Luego terminamos de ver la película sobre Pepe Mujica y al final de la película le dije que acá habían hecho lo mismo.
En fin, las muestras artísticas si sirven y me siento un poco orgullosa de la evolución de mi mamá.