miércoles, 22 de agosto de 2018

9 días

Es curioso lo miserable que me hace sentir estar en recepción.
Es curioso, porque el lunes llegué, tan lunes como era, y me puse a hacer mi pega estandar y fui super feliz.
Ya, super feliz es una exageración, pero hasta me sentí animada y si alguien me hubiera dicho que el resto de mi trabajo sería así, no habría entrado en pánico ni respirado dentro de una bolsa, o simplemente, la idea no me habría matado de la lata.
Estaba yo revisando causas, escuchando un programa de radio de emprendedores, todo muy bonito, muy happy en la oficina, y entonces me llaman de recepción que tengo que ir a cubrir, porque la persona de recepción debe hacer otras cosas. Y ahí todo se va a negro de nuevo y odio a todos y me dan ganas de irme luego de esta weá.
Y ahora, en este preciso instante puntual, estoy saboreando un pedazo de soledad falsa, de utilería, porque aprovecho que nadie ha llamado ni tocado el timbre, pero en cualquier momento esta entrada se va a la mierda porque debo atender gente que no me interesa... en cualquier momento...
Y esa amenaza constante me hace odiar todo el lugar y todo.
No me llaman todos los días para putearme, pero saber que la persona al otro lado del teléfono es un potencial puteador, genera la sensación de que ocurriera mas veces de las que ocurre realmente.
En fin, solo quedan 10 días, pero son días laaargos, lentos, odiosos, que me tienen de mal humor.
No de tan mal humor como sentir que una deberá estar para siempre acá, ni en un estado de desesperación de "dios mío, tengo que aguantar hasta diciembre aún", pero si es como "ay, que paaaaja, me quiero iiiiir". Y los días se sienten lentos y pesados, y la falta de salud me hace entrar en pánico también. No puedo evitar pensar que tal vez me queda poco tiempo de vida y debo perderlo sintiéndome miserable.
En fin... 9 días, incluyendo hoy. 7 días, si descontamos el fin de semana.

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