Como todos bien saben, la segunda vez que me operaron, me clavaron dos tubos en el pecho. Uno estaba entre medio de las costillas bajas y el segundo lo tenía a la altura de la pechuga y la punta de ese tubo tenía la costumbra de clavarme en el medio del pecho cada vez que me acostaba o levantaba o hacía cualquier ademán de intentar acomodarme.
En un momento, ya despertada de la anestesia, el doctor nos explicaba la función de cada uno de los tubos y yo le comento "ah, por eso ahora tengo dos tubos..." a lo que el buen doctor dijo "si, pero eso es lo de menos".
Por supuesto, qué le importaba a él que tuviera que decidir entre el dolor horrible en el pecho y las náuseas y que haya optado por evitar las náuseas.
El tubo apical...
Y bueno, estuve 4 días con esa cagá de tubo y alcancé a desmoronarme el día anterior a que me lo sacaran pero creo que eso ya lo conté.
Acá viene lo gracioso... y es que, en algunas ocasiones, de vez en cuando, bajo circunstancias que aún me son aleatorias, suele ocurrir que me vuelve a doler el sector donde me picaba el tubo apical. No al nivel que me dolía, claramente, pero ahí aparece, la puñaláh.
Cuando le comenté la situación a Rodrigo me dijo que era como la puñalada que había recibido Frodo por el Señor de los Nazgûl, que la seguía sintiendo cuando ya estaba viejo.
Me pareció una comparación bastante proporcional.
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