miércoles, 14 de noviembre de 2018

Mi amigo el tramadol

El sábado me sacaron el drenaje y el lunes ya me estaban dando el alta. Pero a pesar de todo, no me sentí tan feliz como con el alta de mi primera operación, porque esta vez estaba menos confiada con el resultado, y porque ahora me dolía mas.
La primera noche no dormí tan mal, ya que estuve sentada y hasta desperté mejor que la primera noche de alta anterior, pero con el paso de los días, una ya tiene deseos de al menos poder acostarse de lado con desesperación.
Pero era complejo. Tengo un tajo en la espalda a la altura del hombro izquierdo, y en su momento, recién salida del hospital, estaba llena de parches apretados que solo me apretaban la piel sensible alrededor de las heridas.
Me habían recetado paracetamol, pregabalina y tramadol, pero a éste último le hice el quite, porque me dijeron que podía ser muy fuerte para el estómago y porque no quiero ser una adicta.
Pero luego de una semana de sufrimiento nocturno, cedí al medicamento, que se convirtió en mi mejor amigo.
Aunque no era suficiente. Mis días se divieron en fragmentos y yo me encontraba sentada esperando que pasaran y se llevaran el dolor eventualmente. Me levantaba a las 7 de la mañana, como los viejos que se levantan porque les duelen los huesos, esperando la hora del siguiente analgésico... que fueran las 8, que fueran los 2, que sean los 8 de la noche. Me acostaba solo para despertar dos horas después creyendo que había pasado mas tiempo, deseando el día siguiente, con miedo del dolor al levantarme pero con dolor constante estando inmóvil. Ni siquiera podía acostarme a deprimirme, porque también me dolía.
Viví la vida de un anciano, encontrando un poco de tranquilidad en la tarde durmiéndome frente al televisor... puteando a los niños que jugaban en la calle... Poco me faltó para ver Caso Cerrado.
Algunas noches simplemente me derrumbaba, y me ponía a llorar diciéndole a Rodrigo que todo el dolor probablemente no serviría de nada porque tal vez me iban a querer operar de nuevo en lugar de darme tratamiento. Él me decía que me calmara y que todo saldría bien y yo me descubría a mi misma agradeciendo sus pensamientos positivos. En momentos así, resulta alentador que alguien que te diga que todo estará bien, aunque tenga el mismo nivel de incertidumbre que tu. Es curioso, porque creo que yo jamás le he dicho semejante mentira blanca a nadie, porque siento que la otra persona me mandará a la cresta.
Así es como nos encontramos finalmente, en el día de control con la Dra. diciéndome que finalmente, ningún patólogo está seguro de lo que tengo, pero que al menos es 100% que no es cáncer. Así que con eso, me programaron una cita para otro médico que comenzará a darme tratamiento con corticoides.
Entre corticoides, quimio y neumonoctomía, podemos decir que los corticoides son como Bachelet.

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