jueves, 20 de septiembre de 2018

La UTI que no es la UCI parte II

Mi mamá se reía día mas tarde, cuando le dije que estando hospitalizada no había cabida para andarse cohibiendo con cosas, que era o el orgullo o la salud, un concepto que asimilé en el momento en que ocupé la chata por primera vez.
Igual era una paja... todo se siente como una real paja desde que me operaron, pero levantar la cadera para que te pongan una chata cuando estas recién operada, por dopada que te tengan, no es divertido. Menos divertido es cuando no te quieres dopar tanto porque no quieres vomitar.
Mucho menos divertido fue cuando me cambiaron las sábados y fui prácticamente obligada a apoyarme en mi lado izquierdo, cosa que jamás habría hecho en mi vida bajo esas circunstancias, porque ocurría el pequeño detalle de que tenía un tubo de drenaje metido en el pulmón para sacarme el líquido que se había producido.
Resulta que cuando te abren cerca de los pulmones, o te operan un pulmón propiamente tal, el pulmón recibe la presión externa y se achica, así que cuando se vuelve a cerrar, hay que volver a inflar el pulmón para que vuelva a su estado normal. Cómo se hace eso? Pues poniéndole un tubo de drenaje que inicialmente sopla aire dentro para que salga el líquido y entre el aire. Así que estaba yo, con un drenaje asqueroso que me hacía sentir inhabilitado mi lado izquierdo.
Tampoco podía usar mucho mi mano derecha, porque tenía dos agujas en la muñeca, una para sacarme sangre para los exámenes y otra para inyectarme esos buenos analgésicos y el suero.
También tenía una aguja en la espalda, que era la que me proporcionaba el medicamento que me causaba vómitos y que nunca mas volví a usar luego de que dejaron de administrármelo constantemente.
También tenía electrodos en el pecho y una cosita para la saturación. Y la naricera, por su puesta. Nombrándolas no se siente como tanta cosa, pero en el cuerpo era diferente.
Al segundo día comencé a comer sólidos.
Al segundo día, también vino una kinesióloga en la mañana, me sentó en la silla y le dije que quería poder ir al baño sola. Entonces íbamos a salir a caminar. Pero en el último momento me anduve descomponiendo, vi puntitos y entonces me obligaron a acostarme de nuevo.
Ese fue un día sad. No me volvieron a levantar, porque la kinesióloga estuvo muy ocupada, y sabía que mientras mas demorara en volver a moverme, mas tardaría en salir ese tubo que me tenía histérica.
Ese segundo día todo valió verga.

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